El formato vertical en redes sociales redefine nuestras conexiones

En la era dorada de Tuenti, nuestras fotos eran un reflejo de nuestras conexiones: grupos de amigos, momentos familiares, y esa despreocupación por la perfección que hoy parece tan lejana. Pero con la evolución de las redes sociales, algo más que la calidad de las cámaras ha cambiado. La manera en que encuadramos nuestros recuerdos ha pasado de lo horizontal a lo vertical, y con ello, hemos visto un cambio sutil pero profundo en cómo nos presentamos al mundo y cómo percibimos nuestras relaciones.

El formato vertical, tan omnipresente en Instagram y otras plataformas actuales, ha redefinido la manera en que capturamos y compartimos momentos. Este formato, al centrarse casi exclusivamente en una sola persona, nos invita a destacar lo individual sobre lo colectivo. La narrativa visual se ha vuelto más íntima, enfocada en lo singular, en el «yo» por encima de el «nosotros». Mientras que antes compartíamos el protagonismo con amigos y seres queridos, ahora las imágenes tienden a centrarse en uno solo, dejando en segundo plano la representación de lo grupal o comunitario que solía dominar en las imágenes horizontales.

Esto no solo afecta la estética de nuestras publicaciones, sino que también tiene implicaciones en cómo nos relacionamos. Al centrarnos más en lo individual, corremos el riesgo de perder de vista el valor de las experiencias compartidas, de esas conexiones que trascienden la pantalla y que, en última instancia, son las que realmente nos enriquecen.

Basta con recordar aquellas fotos que subíamos en Tuenti y los comienzos de Facebook, donde lo importante no era cómo lucíamos, sino quiénes estaban a nuestro lado. Ahora, esas mismas imágenes estarían relegadas al «fondo» de nuestras historias, sustituidas por selfies cuidadosamente encuadrados y editados. Este cambio, impulsado por los nuevos formatos audiovisuales de las redes sociales, ha transformado nuestra manera de vernos a nosotros mismos y a los demás.

Y es aquí donde surge la paradoja: las redes sociales, cuyo objetivo inicial era mantenernos conectados y fomentar la socialización, están, de alguna manera, empujándonos hacia un mayor aislamiento. Al priorizar lo individual sobre lo colectivo, estamos fomentando una cultura visual que pone el foco en el «yo» en lugar del «nosotros». Esto, a su vez, puede estar moldeando una sociedad más centrada en la autoimagen que en la comunidad, en lo que mostramos en lugar de lo que compartimos realmente.

Quizás sea el momento de recuperar algo de esa esencia de las redes sociales de antaño, donde el foco no estaba solo en nosotros mismos, sino en las conexiones que hacíamos y en las personas que nos rodeaban. Porque al final del día, no se trata de likes o seguidores, sino de las relaciones que realmente importan en nuestra vida real.

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